Es bueno que haya ricos (Paul Graham)
Es bueno que haya ricos
Por Paul Graham
Traducido por Mariano Bas Uribe
Mayo de 2004 (publicado en línea en noviembre de 2006)
Cuando la gente se preocupa lo suficiente sobre algo como para hacerlo bien, quienes lo hacen mejor tienden a ser mucho mejores que el resto de la gente. Hay un enorme hueco entre Leonardo y sus contemporáneos de segunda línea, como Borgognone. Vemos el mismo hueco entre Raymond Chandler y el escritor medio de novelas policiacas. Un jugador profesional de ajedrez de alto nivel podría jugar diez mil partidas contra un jugador normal de club sin perder ninguna.
Igual que el ajedrez o la pintura o la escritura de novelas, hacer dinero es una habilidad muy especializada. Pero, por alguna razón, tratamos de forma diferente esta habilidad. Nadie se queja cuando unos pocos superan a los demás jugando al ajedrez o escribiendo novelas, pero cuando unos pocos hacen más dinero que los demás, se escriben muchas columnas diciendo que está mal.
¿Por qué? El patrón de variedad no parece diferente del de cualquier otra habilidad. ¿Qué hace que la gente reaccione tan ferozmente cuando la habilidad es hacer dinero?
Pienso que hay tres razones por las que tratamos diferentemente el hacer dinero: el engañoso modelo de riqueza que aprendemos de niños, la mala reputación de cómo se han acumulado las fortunas hasta hace poco y la preocupación por que las grandes variaciones de ingresos sean de alguna forma malas para la sociedad. Hasta donde yo lo entiendo, la primera es errónea, la segunda está desactualizada y la tercera es empíricamente falsa. ¿Podría ser que, en una democracia moderna, la variación en los ingresos sea realmente una señal de salud?
El modelo de riqueza de papá
Cuando tenía cinco años pensaba que la electricidad la creaban los enchufes. No sabía que había centrales eléctricas por ahí generándola. De forma parecida, a la mayoría de los niños no se les ocurre que la riqueza es algo que tiene que generarse. Parece ser algo que fluye de los padres.
A causa de las circunstancias en las que la encuentran, los niños tienden a no entender la riqueza. La confunden con el dinero. Piensan que hay una cantidad fija. Y piensan en ella como algo que distribuyen las autoridades (así que debería distribuirse equitativamente), y no en algo que tiene que crearse (y podría crearse desigualmente).
De hecho, la riqueza no es el dinero. El dinero es sólo una forma cómoda de cambiar una forma de riqueza por otra. La riqueza es lo que hay por debajo, los bienes y servicios que compramos. Cuando viajamos de un país rico a uno pobre, no tenemos que mirar las cuentas bancarias de la gente para darnos cuenta de qué nivel de riqueza tienen. Podemos ver la riqueza: en edificios y calles, en las ropas y la salud de la gente.
¿De dónde viene la riqueza? La hace la gente. Esto era más fácil de percibir cuando la mayoría de la gente vivía en granjas y fabricaban con sus propias manos muchas de las cosas que querían. En aquellos tiempos podía verse la riqueza que creaba cada familia en la casa, los animales y el granero. Por tanto era evidente que la riqueza del mundo no era una cantidad que tuviera que compartirse, como las porciones de una tarta. Si queríamos más riqueza, podíamos fabricarla.
Esto es igual de verdadero hoy día, aunque pocos de nosotros creamos riqueza directamente por nuestros propios medios (excepto los vestigios de unas pocas tareas domésticas). Principalmente creamos riqueza para otras personas a cambio de dinero, que posteriormente intercambiamos por las formas de riqueza que deseamos.[1]
Como los niños son incapaces de crear riqueza, ha de dárseles todo lo que tengan. Y cuando la riqueza es algo que se da, evidentemente parece que debería distribuirse equitativamente.[2] En la mayor parte de las familias es así. Los niños se ocupan de eso. "Es injusto", protestan cuando un hermano obtiene más que otro.
En el mundo real no podemos mantenernos viviendo de nuestros padres. Si queremos algo o bien tenemos que fabricarlo o bien hacer algo de valor equivalente para otro, con el fin de hacer que éste nos dé suficiente dinero como para comprarlo. En el mundo real, la riqueza (excepto para unos pocos especialistas como ladrones y especuladores) es algo que tenemos que crear, no algo que distribuye papá. Y como la capacidad y deseo de crearla varían de persona a persona, no se fabrica equitativamente.
Se nos paga por hacer algo que quiere la gente y generalmente quienes hacen más dinero son sencillamente mejores haciendo cosas que quiere la gente. Los grandes actores ganan mucho más dinero que los de serie B. Los actores de serie B podrán ser casi tan carismáticos como los más conocidos, pero cuando la gente va al cine y mira la cartelera, buscan ese atractivo extra que tienen las grandes estrellas.
Hacer lo que quiere la gente no es la única forma de obtener dinero, por supuesto. También podemos robar bancos, o pedir sobornos, o establecer un monopolio. Esos trucos generan algo de la variación en la riqueza y así es como se formaron algunas de las mayores fortunas individuales, pero no son la causa principal de la variedad de ingresos. La causa principal de la variedad de ingresos, como implica la navaja de Occam, es la misma que la de la variedad en cualquier otra habilidad humana.
En Estados Unidos, el presidente de una gran empresa gana alrededor de 100 veces más que el ciudadano medio.[3] Los jugadores de baloncesto ganan alrededor de 128 veces más y los de béisbol unas 72 veces más. Los editoriales citan este tipo de estadísticas con horror. Pero yo no veo problemas en imaginar que una persona pueda ser 100 veces más productiva que otra. En la Roma antigua, el precio de los esclavos variaba en un factor de 50, dependiendo de sus habilidades.[4] Y eso sin considerar la motivación o el incremento extra en la productividad que podemos obtener con la tecnología moderna.
Las columnas acerca de los salarios de deportistas o presidentes me recuerdan a los primeros escritores cristianos, discutiendo a partir de premisas si la Tierra era redonda, cuando sencillamente podían salir a la calle y comprobarlo.[5] Cuánto vale el trabajo de alguien no es una cuestión política. Es algo que el mercado ya determina.
"¿Realmente valen tanto como 100 de nosotros?", preguntan los columnistas. Depende de lo que queramos decir por "valen". Si decimos "valen" en el sentido de lo que la gente llegaría a pagar por sus habilidades, la respuesta aparentemente es sí.
Los ingresos de algunos consejeros delegados de empresas reflejan algún tipo de error. ¿Pero acaso no hay otros cuyos ingresos reflejan la riqueza que generan? Steve Jobs salvó una compañía en estado terminal. Y no solamente en la forma en que lo hace un especialista en este tipo de rescates, reduciendo costes: tuvo que decidir cuáles debían ser los próximos productos de Apple. Poca gente podría haberlo hecho. E independientemente del caso de los consejeros delegados, es difícil ver cómo puede alguien argumentar que los salarios de los jugadores profesionales de baloncesto no reflejan la oferta y la demanda.
Puede parecer raro en principio que un individuo pueda realmente generar mucha más riqueza que otro. La clave de este misterio es revisar la cuestión, ¿realmente valen tanto como 100 de nosotros? ¿Cambiaría un equipo de baloncesto a uno de sus jugadores por 100 personas al azar? ¿A qué se parecería el próximo producto de Apple si reemplazamos a Steve Jobs por un comité de 100 personas elegidas al azar?[6] Estas cosas no escalan linealmente. Quizá el consejero delegado o el deportista profesional tengan sólo diez veces (signifique esto lo que signifique) la habilidad y determinación de una sola persona. Pero la diferencia se encuentra en que estén concentradas en una sola persona.
Cuando decimos que un trabajo está demasiado bien pagado y otro demasiado mal pagado, ¿qué estamos realmente diciendo? En un mercado libre, los precios se determinan por lo que desean los compradores. A la gente le gusta más el baloncesto que la poesía, así que los jugadores de baloncesto ganan más dinero que los poetas. Decir que un cierto tipo de trabajo está mal pagado es por tanto lo mismo que decir que la gente quiere las cosas equivocadas.
Bueno, es verdad que la gente quiere cosas equivocadas. Parece extraño que nos sorprenda. Y parece aún más extraño decir que es injusto que ciertos tipos de trabajos estén mal pagados.[7] Lo que se está diciendo es que es injusto que la gente quiera cosas equivocadas. Es lamentable que la gente prefiera los reality shows y los perritos calientes a Shakespeare y la verdura al vapor pero, ¿injusto? Es como decir que el azul es pesado o que arriba es circular.
Aquí la apariencia de la palabra "injusto" lleva la inconfundible firma espectral del "modelo papá". ¿Si no por qué aparecería esta idea en este contexto tan extraño? Mientras que quien hable siga operando dentro del "modelo papá" y viendo la riqueza como algo que surge de una fuente común y tiene que compartirse, en lugar de algo que se genera haciendo lo que quiere otra gente, eso será exactamente lo que tendremos advirtiendo que unas personas ganan mucho más que otras.
Cuando hablemos de "distribución desigual de los ingresos", deberíamos a la vez preguntarnos de dónde vienen esos ingresos.[8] ¿Quién crea la riqueza que representan? Como resulta que el ingreso varía simplemente de acuerdo con cuánta riqueza crea la gente, la distribución puede ser desigual, pero difícilmente será injusta.
Robándola
La segunda razón por la que tendemos a encontrar alarmantes las grandes disparidades en riqueza es que durante la mayor parte de la historia de la humanidad la forma usual de acumular fortuna fue robarla: en las sociedades pastoriles como cuatreros, en las agrícolas apropiándose de las tierras de otros en tiempos de guerra e imponiéndoles impuestos en tiempos de paz.
En los conflictos, quienes estén en el bando ganador recibirán las propiedades confiscadas a los perdedores. En Inglaterra, en los 1060, cuando Guillermo el Conquistador distribuyó las propiedades de los nobles anglosajones derrotados entre sus seguidores, el conflicto era militar. En los 1530, cuando Enrique VIII distribuyó las propiedades de los monasterios entre sus seguidores, era principalmente político.[9] Pero el principio era el mismo. De hecho, el mismo principio está operando ahora mismo en Zimbabwe.
En sociedades más organizadas, como China, el soberano y sus funcionarios empleaban los impuestos en lugar de la confiscación. Pero también aquí vemos el mismo principio: la manera de hacerse rico no es crear riqueza, sino servir a un soberano suficientemente poderoso como para apoderarse de ella.
Eso empezó a cambiar en Europa con el surgimiento de la clase media. Ahora pensamos en la clase media como aquellos que no son ni ricos ni pobres, pero originalmente fueron un grupo distinto. En una sociedad feudal sólo había dos clases: una aristocracia guerrera y los siervos que trabajaban en sus dominios. La clase media era un tercer grupo nuevo que vivía en las ciudades y sobrevivían por sí mismos por la manufactura y el comercio.
En los siglos X y XI la nobleza menos importante y los antiguos siervos empezaron a actuar conjuntamente en ciudades que gradualmente fueron haciéndose suficientemente poderosas como para ignorar a los señores feudales locales.[10] Igual que los siervos, la clase media se ganaba la vida en buena medida creando riqueza. (En ciudades portuarias como Génova y Pisa, también se dedicaron a la piratería.) Pero al contrario que los siervos tenían un incentivo para crear mucha. Toda la riqueza que creaba un siervo pertenecía a su amo. No tenía mucho sentido crear más de lo que se podía ocultar. Por el contrario, la independencia de los villanos les permitía quedarse con toda la riqueza que creaban.
Una vez que fue posible hacerse rico creando riqueza, la sociedad en general empezó a hacerse más rica muy rápidamente. Casi todo lo que tenemos lo creó la clase media. De hecho, las otras dos clases prácticamente han desaparecido en las sociedades industriales y sus nombres se han puesto a los dos extremos de la clase media. (En el sentido original del término, Bill Gates pertenece a la clase media.)
Pero no fue hasta la revolución industrial cuando la creación de riqueza pudo reemplazar definitivamente a la corrupción como la mejor manera de hacerse rico. Al menos en Inglaterra, la corrupción sólo empezó a estar mal vista (y de hecho empezó a llamársele "corrupción") cuando comenzó a haber otras formas más rápidas de hacerse rico.
La Inglaterra del siglo XVII se parecía mucho al Tercer Mundo de hoy, en el sentido que un puesto en el gobierno era un camino reconocido hacia la riqueza. Las grandes fortunas de ese tiempo aún derivaban más de lo que podríamos calificar como corrupción que del comercio.[11] Para el siglo XIX las cosas habían cambiado. Seguía habiendo sobornos, como sigue habiendo hoy día en todas partes, pero para entonces la política se había dejado en manos de hombres a los que les movía más la vanidad que la codicia. La tecnología había hecho posible crear riqueza más rápidamente de lo que podía robarse. El prototipo de rico en el siglo XIX no era un cortesano, sino un industrial.
Con el ascenso de la clase media, la riqueza dejó de ser un juego de suma cero. Jobs y Wozniak no nos han hecho pobres para hacerse ricos. Más bien al contrario: han creado cosas que hacen nuestras vidas materialmente más ricas. Tenían que hacerlo o no les habríamos pagado por ello.
Peor como en la mayor parte de la historia mundial la vía principal hacia la riqueza ha sido robarla, tendemos a sospechar de la gente rica. Los universitarios idealistas ven confirmado su modelo infantil de riqueza inconscientemente preservado por ilustres escritores del pasado. Es un caso de error que se mezcla con obsolescencia.
"Detrás de cada gran fortuna, hay un crimen", escribió Balzac. Aunque en realidad no lo hizo. Lo que realmente dijo es que una gran fortuna sin causa aparente se debe probablemente a un crimen tan bien ejecutado que ha sido olvidado. Si estamos hablando sobre la Europa del año 1000 o la mayoría del Tercer Mundo hoy, la frase mal citada sería exacta. Pero Balzac vivió en la Francia del siglo XIX, donde estaba produciéndose la revolución industrial desde hacía tiempo. Él sabía que podíamos hacer una fortuna sin robarla. Después de todo, lo hizo él siendo un novelista popular.[12]
Sólo unos pocos países (y no es coincidencia que sean los más ricos) han alcanzado esta etapa. En la mayoría, la corrupción sigue estando a la orden del día. En la mayoría, la manera más rápida de obtener riqueza es robarla. Así que cuando vemos que aumentan las diferencias de ingresos en un país rico hay una tendencia a preocuparse porque esté marchando hacia atrás para convertirse en otra Venezuela. Pienso que lo que vemos es lo contrario: un país caminando firmemente para alejarse de Venezuela.
La palanca tecnológica
¿Incrementará la tecnología la diferencia entre ricos y pobres? Sin duda incrementará la diferencia entre productivos e improductivos. En realidad, para eso es la tecnología. Con un tractor un granjero con energías puedes arar seis veces más terreno diariamente de lo que podía hacerlo con caballos. Pero sólo si llega a dominar un nuevo tipo de agricultura.
He observado crecer ostensiblemente la palanca tecnológica a lo largo de mi vida. En el instituto ganaba dinero cortando el césped y vendiendo helado en Baskin-Robbins. Era el único trabajo disponible por aquel entonces. Hoy día los estudiantes de bachillerato podrían escribir software o diseñar sitios web. Pero sólo están dispuestos a hacerlo unos pocos: el resto seguirá vendiendo helados.
Recuerdo muy claramente cuando en 1985 la mejora tecnológica hizo posible que me comprara un ordenador. En unos meses lo estaba empleando para ganar dinero como programador freelance. Pocos años antes no hubiera podido hacerlo. Pocos años antes no había programadores freelance. Pero Apple creó riqueza en forma de ordenadores poderosos y baratos y los programadores inmediatamente se pusieron manos a la obra empleándolos para crear más riqueza.
Como sugiere este ejemplo, el ritmo al que la tecnología incrementa nuestra capacidad productiva es probablemente polinómico, más que lineal. Así que deberíamos esperar ver variaciones en incremento constante en la productividad individual con el paso del tiempo. ¿Incrementará esto la diferencia entre ricos y pobres? Depende de a qué diferencia nos refiramos.
La tecnología podría incrementar las diferencias en ingresos, pero parece disminuir otras diferencias. Hace cien años los ricos llevaban un tipo de vida diferente del de la gente normal. Vivían en casas llenas de sirvientes, vestían incómodas y elaboradas prendas y viajaban en carruajes tirados por caballos que necesitaban sus propios establos y sirvientes. Hoy día, gracias a la tecnología, la vida de los ricos se parece más a la de la gente normal.
Los coches son un buen ejemplo de por qué. Es posible comprar coches caros fabricados a mano, que cuestan cientos de miles de dólares. Pero no tiene mucho sentido hacerlo. Las empresas ganan más dinero fabricando un gran número de coches normales que un pequeño número de coches caros. Así que una empresa que fabrica un coche producido en masa puede permitirse gastar mucho más en diseño. Si compramos un coche hecho a medida, siempre habrá algo que no funcione. Comprar uno hoy día sólo tiene sentido para demostrar que podemos hacerlo.
O consideremos los relojes. Hace cincuenta años, gastar un montón de dinero en un reloj suponía obtener un mejor rendimiento. Cuando los relojes se movían mecánicamente, los relojes caros marcaban más precisamente la hora. Ya no. Desde el descubrimiento de la vibración del cuarzo, un Timex normal es más preciso que un Patek Philippe que cuesta cientos de miles de dólares.[13] De hecho, al igual que los coches caros, si decidimos gastar un montón de dinero en un reloj, tenemos que soportar algunos inconvenientes por ello: además de tener menor precisión horaria, los relojes mecánicos se averían.
Lo único que la tecnología no puede abaratar es la marca. Por eso precisamente cada vez oímos más acerca de ella. La marca es el residuo que queda cuando se evaporan las diferencias sustantivas entre ricos y pobres. Pero la etiqueta que muestra nuestro producto es algo mucho menos importante que tenerlo o no tenerlo. En 1900 si alguien tenía un carruaje nadie le preguntaba de qué año era el modelo. Si tenía uno, es que era rico. Si no era rico, tomaba el ómnibus o caminaba. Hoy día incluso los estadounidenses más pobres conducen coches y sólo porque estamos muy bien entrenados por la publicidad podemos llegar a reconocer los que son especialmente caros.[14]
Lo mismo ha pasado en todas las industrias. Si hay suficiente demanda de algo, la tecnología lo hará suficientemente barato como para venderlo en grandes cantidades y las versiones producidas en masa serán, si no mejores, al menos más prácticas.[15] Y no hay nada que les guste más a los ricos que lo práctico. Los ricos que yo conozco conducen los mismos coches, visten las mismas ropas, tienen el mismo tipo de muebles y comen lo mismo que el resto de mis amigos. Sus casas están en barrios diferentes, o si están en el mismo barrio son de diferente tamaño, pero dentro de ellas la vida es similar. Las casas se edifican empleando las mismas técnicas de construcción y contienen casi los mismos objetos. No es práctico hacer algo caro y a la medida.
Asimismo, los ricos gastan su tiempo como el resto de la gente. Parece que hace tiempo que desaparecieron los Bertie Wooster. Hoy día, la mayoría de la gente suficientemente rica como para no trabajar, lo sigue haciendo de todas formas. No es sólo la presión social: la inactividad es solitaria y desmoralizante.
Tampoco tenemos las distinciones sociales que había hace cien años. Las novelas y manuales de etiqueta de ese periodo hoy parecen descripciones de una extraña sociedad tribal. "Con respecto a la continuidad de las amistades (…)", advierte el Libro de gestión familiar de la Señora Beeton (1880), "puede resultar necesario, en algunos casos, a un ama de casa renunciar, al asumir la responsabilidad del hogar, a muchas de las iniciadas en una etapa anterior de su vida". Se esperaba que una mujer que se casara con un hombre rico olvidara a las amigas que no lo hacían. Pareceríamos bárbaros si nos comportáramos así hoy día. Asimismo tendríamos una vida muy aburrida. La gente sigue tendiendo de alguna forma a la segregación, pero mucho más basándose en la educación que en la riqueza.[16]
Material y socialmente, la tecnología parece estar disminuyendo la diferencia entre ricos y pobres, no aumentándola. Si Lenin se paseara por las oficinas de una empresa como Yahoo o Intel o Cisco, pensaría que el comunismo había triunfado. Todos vestirían la misma ropa, tendrían el mismo tipo de oficina (o de cubículo) con los mismos muebles y se tutearían usando sus nombres, en lugar de sus títulos. Todo sería tal como había predicho, hasta que mirara sus cuentas bancarias. Vaya.
¿Es un problema que la tecnología agrande la diferencia? No parece serlo tanto. Aunque agrande la diferencia en ingresos, parece disminuir todas las demás diferencias.
Una alternativa a un axioma
A menudo oímos que se critica una política basándose en que incrementaría la diferencia de ingresos entre ricos y pobres. Como si fuera un axioma que esto debería ser malo. Puede ser cierto que un incremento en la variación de ingresos sea malo, pero no veo cómo podemos decir que sea axiomático.
De hecho, puede incluso ser falso en democracias industriales. En una sociedad de siervos y caudillos indudablemente una variación en los ingresos es una señal de un problema subyacente. Pero la servidumbre no es la única causa de variación en los ingresos. Un piloto de un 747 no gana 40 veces lo que una persona encargada de facturación porque sea un caudillo que la esté esclavizando de alguna forma. Sencillamente, sus habilidades son mucho más valiosas.
Me gustaría proponer una idea alternativa: en una sociedad moderna, la variación en ingresos sería un signo de salud. La tecnología parece incrementar la variación en productividad a ritmos superiores a los lineales. Si no vemos una variación equivalente en los ingresos, hay tres posibles explicaciones: (a) la innovación técnica se ha detenido, (b) la gente que debería crear la mayor riqueza no lo hace o (c) no se les está remunerando por ello.
Creo que podemos afirmar con rotundidad que (a) y (b) serían malas. Si usted discrepa, intente vivir un año empleando sólo los recursos disponibles para un noble franco medio del año 800 y nos informa. (Seré generoso no enviándole a la edad de piedra.)
La única opción, si vamos a tener una sociedad cada vez más próspera sin incrementar las variaciones en ingresos parece ser (c), la gente crearía un montón de riqueza sin que se les remunerara. Por ejemplo, Jobs y Wozniak trabajarían encantados 20 horas al día para producir el ordenador Apple para una sociedad que les permitiría, después de pagar impuestos, obtener sólo la parte de sus ingresos equivalente a lo que habrían conseguido trabajando de 9 a 5 en una gran empresa.
¿Crearía riqueza la gente si no se les puede remunerar? Sólo si fuera divertido. La gente escribiría sistemas operativos gratis. Pero no los instalaría o aceptaría llamadas de consulta o enseñaría a los clientes a utilizarlos. Y al menos el 90% del trabajo que hacen incluso las compañías más técnicas es de este segundo tipo tan poco atractivo.
Todos los tipos de creación de riqueza que no sean divertidos disminuyen radicalmente en una sociedad que confisca las fortunas privadas. Podemos confirmarlo empíricamente. Supongamos que oímos un ruido extraño que podría deberse a un ventilador cercano. Apagamos el ventilador y el ruido desaparece. Lo encendemos y vuelve a empezar. Apagado, silencio. Encendido, ruido. A falta de otra información, parece que el ruido lo causa el ventilador.
En distintos lugares y momentos de la historia, el botón de acumular una fortuna creando riqueza se ha encendido y apagado. Norte de Italia en el 800, apagado (los señores de la guerra podía robarlo). Norte de Italia en 1100, encendido. Francia Central en 1100, apagado (aún feudal). Inglaterra en 1800, encendido. Inglaterra en 1974, apagado (impuesto del 98% sobre ingresos por inversiones). Estados Unidos en 1974, encendido. Incluso tenemos un estudio gemelo: Alemania Occidental, encendido; Alemania Oriental, apagado. En cada caso, la creación de riqueza parece aparecer o desaparecer igual que el ruido de un ventilador a medida que encendemos o apagamos la posibilidad de quedarnos con ella.
Hay algo de inercia en ello. Probablemente tome al menos una generación transformar a la gente en alemanes orientales (por suerte para Inglaterra). Pero si sólo fuera un ventilador lo que estuviéramos estudiando, sin todo en bagaje extra que conlleva el polémico asunto de la riqueza, nadie tendría ninguna duda de que era el ventilador lo que estaba causando el ruido.
Si suprimimos la variaciones en ingresos, ya sea robando las fortunas privadas, como solían hacer los señores feudales, o por vía impositiva, como han hecho algunos gobiernos modernos, los resultados siempre parecen ser los mismos. La sociedad en su conjunto se empobrece.
Si yo tuviera la oportunidad de vivir en una sociedad donde me encontrara materialmente mucho mejor que ahora, pero estuviera entre los más pobres o en una en la que estuviera entre los más ricos, pero mucho peor que ahora, elegiría la primera opción. Si tuviera hijos, podría decirse que sería inmoral no hacerlo. Se quiere evitar la pobreza absoluta, no la relativa. Si, como indica el ejemplo, tenemos que elegir entre una u otra en nuestra sociedad, elijamos la pobreza relativa.
Necesitamos gente rica en nuestra sociedad, no tanto porque al gastar su dinero creen puestos de trabajo, sino por lo que tienen que hacer para hacerse ricos. No me refiero al efecto goteo. No digo que si dejamos que Henry Ford se haga rico nos vaya a contratar como camarero en su próxima fiesta. Lo que digo es que nos fabricará un tractor para reemplazar a nuestro caballo.
[1] Parte de la razón por la que este asunto es tan discutido es que algunos de que más hablan sobre la riqueza (estudiantes universitarios, herederos, profesores, políticos y periodistas) tienen una experiencia mínima en crearla (este fenómeno les será familiar a cualquiera que haya oído conversaciones sobre deportes en un bar).
Los estudiantes en su mayor parte dependen de sus padres y no se han parado a pensar acerca de dónde viene el dinero. Los herederos dependerán de sus padres toda la vida. Los profesores y políticos viven en los remolinos socialistas de la economía, lejos de la creación de la riqueza y se les paga un salario fijo independientemente de lo duro que trabajen. Y los periodistas, como parte de su código profesional, se aíslan de la parte del negocio para el que trabajan que recauda los ingresos (el departamento de publicidad). Muchas de estas personas nunca se enfrentan cara a cara con el hecho de que el dinero que reciben representa riqueza, riqueza que, excepto en el caso de los periodistas, algún otro creó previamente. Viven en un mundo en el que la riqueza la distribuye una autoridad central de acuerdo con cierta noción abstracta de justicia (o a su libre albedrío, en el caso de los herederos), en lugar de aportada por otra gente a cambio de algo que desean, así que les parece injusto que las cosas no funcionen igual en el resto de la economía.
(Algunos profesores sí crean una buena porción de riqueza para la sociedad. Pero el dinero que reciben no es un quid pro quo. Más bien tiene la naturaleza de una inversión).
[2] Cuando uno lee acerca de los orígenes de la Sociedad Fabiana, suena como algo inventado por los héroes infantiles eduardianos altruistas de la novela de Edith Nesbit, The Wouldbegoods.
[3] De acuerdo con un estudio de la Corporate Library, el ingreso medio total, incluyendo salarios, extras, participaciones y opciones sobre acciones, de los presidentes de las 500 compañías incluidas en el índice Standard&Poors (S&P) fue de 3,65 millones de dólares en 2002. Según Sports Illustrated, el salario medio de un jugador de la NBA durante la temporada 2002-03 fue de 4,54 millones y el de un jugador de las ligas mayores de béisbol al inicio de la temporada 2003 era de 2,56 millones. Según la Oficina de Estadísticas Laborales, el salario anual medio en EE.UU. en 2002 fue de 35.560 dólares.
[4] A principios del Imperio el precio de un esclavo adulto normal parece haber sido de unos 2.000 sestercios (p. ej., Horacio, Sat. Ii.7.43). Una sirvienta costaba 600 (Marcial vi.66), mientras que Columela (iii.3.8) decía que un vendimiador experto había costado 8.000. Un doctor, P. Decimus Eros Merula, pagó 50.000 sestercios por su libertad (Dessau, Inscriptiones 7812). Séneca (Ep. xxvii.7) informa que un tal Calvisius Sabinus pagó por esclavos educados en los clásicos griegos 100.000 sestercios por cada uno. Plinio (Hist. Nat. vii.39) decía que el precio más alto pagado por un esclavo en su tiempo fue de 700.000 sestercios, por el lingüista (y posiblemente profesor) Daphnis, pero desde entonces la cantidad se había visto sobrepasada por actores que compraban su propia libertad.
La Atenas clásica mostraba una variedad similar en precios. Un trabajador ordinario valía de 125 a 150 dracmas. Jenofonte (Mem. ii.5) menciona precios que van de los 50 a los 6.000 dracmas (para el director de una mina de oro).
Para más información sobre economía de la esclavitud antigua, ver Jones, A. H. M., "Slavery in the Ancient World," Economic History Review, 2:9 (1956), 185-199, reimprreso en Finley, M. I. (ed.), Slavery in Classical Antiquity, Heffer, 1964.
[5] Eratóstenes (276-195 a.C.) midió longitudes de sombras en diferentes ciudades para calcular la circunferencia terrestre. Erró, pero sólo por un 2%.
[7] Una de las mayores diferencias entre el "modelo papá" y la realidad es la valoración del trabajo duro. En el "modelo papá", el trabajo duro es meritorio por sí mismo. En la realidad, la riqueza se mide por lo que uno genera, no por cuánto esfuerzo se ponga. Si pinto la casa de otro, el propietario no me pagaría un extra por hacerlo con un cepillo de dientes.
Puede que le parezca injusto a alguien que siga pensando dentro del "modelo papá" que cuando alguien trabaje duro no se le pague demasiado. Para aclarar las cosas, deje de lado a los demás y ponga a nuestro trabajador en una isla desierta, cazando y recolectando fruta. Si lo hace mal, trabajará duro y no conseguirá mucha comida. ¿Es esto injusto? ¿Quién está siendo injusto con él?
[8] Parte de la razón de la tenacidad del "modelo papá" puede ser el doble sentido del término "distribución". Cuando los economistas hablan de la “distribución de ingresos”, quieren decir distribución estadística. Pero cuando se usa la frase en lenguaje normal, no puede evitarse asociarlo con el otro sentido de la palabra (como por ejemplo en "distribución de limosnas") y por tanto haciendo ver inconscientemente la riqueza como algo que fluye de un grifo central. La palabra "regresivo" aplicada al tipo impositivo tiene un efecto similar, al menos en mí: ¿cómo puede ser bueno algo regresivo?
[9] "Desde el inicio del reinado Thomas Lord Roos fue un cortesano asiduo al joven Enrique VIII y se dio prisa en llevarse recompensas. En 1525 se le hizo Caballero de la Jarretera y se le otorgó el condado de Rutland. Cuando tenía treinta años, su apoyo a la ruptura con Roma, su celo en aplastar la Peregrinación de la Gracia y su disposición a votar la pena de muerte en los espectaculares procesos de traición que salpicaron la errática evolución matrimonial de Enrique le hicieron un evidente candidato al otorgamiento de propiedades monásticas."
Stone, Lawrence, Family and Fortune: Studies in Aristocratic Finance in the Sixteenth and Seventeenth Centuries, Oxford University Press, 1973, página 166.
[10] Hay evidencia arqueológica de grandes asentamientos anteriores, pero es difícil saber qué ocurría en ellos.
Richard Hodges y David Whitehouse, Mohammed, Charlemagne and the Origins of Europe, Cornell University Press, 1983.
[11] William Cecil y su hijo Robert fueron, cada uno en su momento, los ministros más poderosos de la Corona y ambos emplearon su posición para amasar fortunas que se cuentan entre las mayores de su tiempo. Robert en particular llevó los sobornos al límite de la traición. "Como secretario de Estado y principal asesor sobre política exterior del Rey Jacobo, fue un receptor especial de favores, ofreciéndole los holandeses grandes sobornos para que no hiciera la paz con España y los españoles grandes sobornos para que hiciera la paz" (Stone, op.cit., página 17).
[12] Aunque Balzac hizo un montón de dinero escribiendo, era notablemente poco previsor y tuvo problemas con las deudas toda su vida.
[13] Un Timex puede variar en torno a ±0,5 segundos por día. El reloj mecánico más preciso, el Patek Philippe 10 Day Tourbillon, asegura entre -1,5 y +2 segundos. Su precio de venta está en torno a los 220.000 dólares.
[14] Si se le preguntara cuál es más caro, una limusina de diez asientos Lincoln Town de 1989 (5.000 dólares) o un Mercedes S600 Sedan de 2004 (122.000 dólares), el eduardiano medio se equivocaría.
[15] Para decir algo sensato acerca de los ingresos, tenemos que hablar de ingresos reales, o de ingresos medidos en relación con lo que pueden comprar. Pero la forma habitual de calcular los ingresos reales ignora buena parte de crecimiento de la riqueza a lo largo del tiempo, ya que ésta depende de un índice de precios de consumo creado dando vueltas a cifras que son precisas sólo localmente y no incluye los precios de los nuevos inventos hasta que son tan comunes que estabilizan los precios.
Así que mientras podríamos pensar que es mucho mejor vivir en un mundo con antibióticos o tráfico aéreo o una red de energía eléctrica, las estadísticas de ingresos reales calculadas de la forma usual nos probarán que sólo somos ligeramente más ricos por tener estas cosas.
Otra aproximación podría ser preguntarse, si pudiéramos volver al año x en una máquina del tiempo, ¿cuánto tendríamos que gastar en bienes de comercio para hacer nuestra fortuna? Por ejemplo, si volviéramos a 1970 indudablemente será menos que 500$, porque la capacidad de procesamiento que podemos obtener hoy por 500$ hubiera costado al menos 150 millones de dólares en 1970. La función se hace enseguida asintótica, pues para lapsos superiores a cien años o así podríamos obtener lo que se necesitaba en la basura de un día actual. En 1800 una botella de plástico vacía con un tapón a rosca hubiera parecido un trabajo milagroso.
[16] Algunos dirán que viene a ser lo mismo, ya que los ricos tienen mejores oportunidades de educación. Es cierto. Aún es posible, hasta cierto punto, comprar el acceso de nuestros hijos a las mejores universidades enviándoles a escuelas privadas que efectivamente eliminan los procesos de admisión universitarios.
De acuerdo con un informe del año 2002 del Centro Nacional de Estadísticas Educativas, alrededor del 1,7% de los niños estadounidenses acude a escuelas privadas no sectarias. En Princeton, el 36% de los alumnos de 2007 procede de esas escuelas. (Es curioso que el número en Harvard es significativamente más bajo, en torno al 28%). Evidentemente es un enorme coladero. Al menos parece que se está cerrando, no abriendo.
Quizá quienes diseñan los procesos de admisión deberían aprender del ejemplo de la seguridad informática y en lugar de asumir que su sistema no puede atacarse, medir el grado en que puede serlo.
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